Thierno Barry dejó el Villarreal y se fue al Everton a principios de julio, y desde entonces, en el Villarreal sabían que la cosa se ponía seria. Tenían que reforzar su ataque, y no lo iban a tener fácil, la verdad.
Este verano ha sido un auténtico culebrón de nombres sonando para el equipo amarillo, pero claro, la Premier siempre es la que lleva la voz cantante con su pasta gorda.
Hubo momentos en que el Villarreal estuvo a un paso de traer al delantero inglés Dominique Calvert-Lewin, que ahora juega en el Leeds. Pero al final, la operación se fue al traste. También estuvieron a punto de cerrar a otros como Guessand, Kalimuendo o Emanuel Emegha, pero entre unas cosas y otras, no pasó de ser un interés con mil trabas.
Con el mercado subiendo como la espuma, el club tuvo que andar con cautela y buscar opciones más chulas. La llegada de Renato Veiga hizo que Marcelino pidiera un refuerzo en defensa, así que cambiaron el chip y pasaron de buscar un delantero top a una cesión que no raspara tanto el bolsillo. Ahí es donde entra en juego Artem Dovbyk.
El Villarreal lo quiso en préstamo, pero ni la Roma ni el jugador estaban por la labor. Mientras tanto, los nombres de Jackson o Sorloth sonaban más a un sueño que a algo real.
Pero ¡bomba! Un movimiento inesperado del Crystal Palace por Yeremy Pino encendió la mecha y reactivó las ganas del Villarreal de fichar alguien potente en ataque.
Con el club capitalizado, decidieron lanzarse por un delantero de primer nivel y el elegido fue Mikautadze. Fernando Roig Negueroles dijo que esa era la apuesta, y lo que antes parecía una locura, ahora se convertía en una posibilidad real.
Después de varios intentos, el viernes pasado, el acuerdo se cerró. El Villarreal pagó 30 millones de euros, ¡sí, sí! El esfuerzo más grande de su historia, superando los 25,5 millones que pagaron en su día por Paco Alcácer.